Ya va siendo hora de que cumplas tus sueños

lunes, 24 de octubre de 2011

Y entonces el chico de ojos color cielo se sentó junto a mí. Lo mire con cara de sorpresa; él me miró con cara de lástima. De pronto, toda la atracción que sentía por él se desvaneció. No soporto que me tengan lástima. Por eso había ido a sentarme allí, alejada de la ciudad. Por eso, y porque allí solíamos sentarnos las dos juntas, a hablar, a llorar, a consolarnos. Allí ella intentaba enseñarme de la vida (aquella que ya habíamos perdido).


Miro a los melancólicos ojos que me miran. No, ese chico no tiene una mirada alegre. Parece que esta recordando algo lejano; muy suyo, pero muy hermoso.


¿Te encuentras bien? – me pregunta.

¿Por qué esa pregunta? ¿No me veía bien?

Asiento tímidamente.

-¿Por qué lloras?

-Es una simple función fisiológica. Todos lloramos. Creo que la pregunta aquí, es cual es el motivo para que llore.

-Ah… y, ¿Cuál es el motivo?

-¿Cual es el motivo para que te interese?

-No lo sé, supongo que quería ayudarte.

-Déjame preguntarte algo. ¿Cómo te sientes?

-¿Yo? Eh… bien.

-¿Enserio? Yo también. Ya te dije que estaba bien. Y si estoy bien, no creo necesite tu ayuda.

-Pero estabas llorando.

-Si, ¿y? Si no estuviera llorando estaría mal. Mira, no soporto a la gente que llora todo el tiempo, pero tampoco soporto a la gente que no hace caso a su cuerpo cuando éste pide para llorar. Entonces, en este momento debo permitirme estar triste y estar bien.

-Ah… pero… ¿cuál es el motivo para que llores?  No me lo has dicho.

No contesto. En parte, porque no sé del todo por qué lloraba. Y la parte que sí sé, no me interesa contársela a él. De lejos parecía un chico inteligente, pero cuanto más lo observaba y lo escuchaba, me di cuenta que no era lo que parecía. Mierda. ¿Por qué siempre me tenia que pasar lo mismo? Me enamoraba perdidamente de alguien, pero al momento de haberle, perdía toda su gracia. Tal vez era porque perdía el misterio. Tal vez por eso me enamoraba tanto la música. Siempre había un misterio no revelado, mágico.

-Entiendo si no quieres hablar de eso.

-¿Y tú por qué estas aquí? – le pregunté de pronto. No era normal ver a un chico solo a esa hora por ahí, un día de semana.

-Leo. Las lecciones ya me las sé de memoria, y necesito un lugar tranquilo para leer. Además… necesitaba un lugar apartado del mundo real. Ya sabes, en esta época del año la presión puede matarte. Además…

Calla. Honestamente, ahora que me doy cuenta, no me importa su respuesta. Ni sabía quien era. Pregunté por curiosidad, no por honesto interés. Pienso en ella. Sus respuestas sí me interesaban. Su vida sí me interesaba. La diferencia es que nuestras vidas iban entrelazadas, y que sí sabía quién era ella. Y ella, sólo ella, sabía quién era yo. Incluso antes de que yo lo sepa (de hecho, aún no lo sé).

- Mira, estas llorando de nuevo- dice él mientras seca la torpe lágrima que baja por mi mejilla. Ese mínimo gesto me conmueve, no sé por que, y largo a llorar con todas mis fuerzas. Me apoyo en su hombro, y siento sus finos dedos acariciando mi pelo. Ella hacía lo mismo. Luego de unos minutos, me recompongo, y las lágrimas dejan de brotar. No quiero dejar de abrazarlo. Siento que una vez que me aleje de ese tibio cuerpo, ya nada será capaz de abrigar mi alma. La extraño. A mi alma, sí; y a ella también.

-Vaya que eres sensible… - dice con una voz bajita, suave, tierna. Me siento una niña pequeña abrazada a él, buscando consuelo.

-Perdón…

-No pidas perdón. No tienes por qué. ¿Sabes por que  me acerque? Te veía sola. Y todos necesitamos a alguien. Aunque lo niegues. ¿Y sabes que pienso? Pienso que no lo tienes. Porque si lo tuvieras no estarías aquí sola, estarías hablando con ese alguien.

-¿Y vos? ¿Y ese alguien?  ¿Dónde esta?

-No está, nunca estuvo. ¿Y el tuyo?

-Tampoco está. Estuvo, pero… - se me hace un nudo en la garganta. Era una palabra difícil de decir, más aún en voz alta.-… murió.

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